El caso es que uno nunca está contento con lo que tiene,
porque a mí siempre me ha gustado que me hagan preguntas en clase, de verdad, no
sólo porque así las clases son más divertidas, sino porque además responden a
mi ideal socrático de enseñar dialogando: no hay nada que odie más en la
enseñanza secundaria que estar hablando sin parar sin que nadie pregunte nada. No
sé, quizás es que hacía demasiados años que no daba clase en primero de la ESO.
De repente, estás rodeada de una horda de niños que te miran con los ojos
encendidos y que sonríen y que después de leerles dos cosas ya quieren que te
quedes con ellos toda la vida y que al finalizar la clase bloquean la puerta de
salida para evitar que te escapes y rodean tu mesa con sus manos en alto y sus
ojos enormes y sus mochilas pantagruélicas y te tocan y te dan golpes en la
espalda y te estiran del vestido y te siguen preguntando una y otra vez, sin
tregua, sin piedad, sin ceder ni al cansancio ni al desaliento, todas las cosas
que pasan por su minúscula cabeza ¿Cómo cabrá tanta duda en algo tan pequeño?
Por suerte, no todo es pregunta vacua. A veces, algunas
pocas veces, sus intervenciones tienen sentido, y casi te descolocan. Como
cuando esta mañana uno de los más pequeños, al hilo de una diapositiva sobre la
literatura y el paisaje, me ha contado la experiencia estética que había tenido
esa mañana esperando el autobús: el primer amanecer del curso, el día devorando
a la noche, la extrañeza de la oscuridad diurna, el lento proceso de la luz
solar. Era tan bonito, ha dicho, que he tenido que contárselo a mis compañeros
de asiento. Eso, eso es la literatura, le he contestado yo con lágrimas en los
ojos, contar lo que nos impresiona, lo que nos emociona, lo que nos produce
algún sentimiento. Lástima que él ya estuviera pensando en otra cosa… Después,
la clase ha seguido con cuestiones mucho más importantes ¿Y ese papel que hay
en la pared qué es? ¿Y se puede salir al cuarto de baño si te estás haciendo
pis? ¿Qué tenemos que hacer para pedir una taquilla?
Siempre he dicho que ser profesor es acompañar y escuchar. Pero también lo es responder. Enseñarles a preguntar y aprender el arte de responder será uno de mis retos este año. Hoy no he quedado contenta con mis respuestas: les he dicho que mi animal favorito es la jirafa, pero en realidad creo que es el elefante.
Siempre he dicho que ser profesor es acompañar y escuchar. Pero también lo es responder. Enseñarles a preguntar y aprender el arte de responder será uno de mis retos este año. Hoy no he quedado contenta con mis respuestas: les he dicho que mi animal favorito es la jirafa, pero en realidad creo que es el elefante.
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