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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Cada mañana

Cada mañana piso las hojas amarillas del paseo que me lleva al garaje. Las piso sin pensar en lo que hago, sin apenas saber lo que eso implica: su crujido se funde con el ruido del tráfico temprano y nada pasa pues sigo mi camino convencida de que todo prosigue como siempre. Algunos transeúntes caminan a mi lado, dibujan cremalleras de vidas que se cruzan con la mía: el niño acompañado de su abuela, la mujer del almuerzo y los tacones, el joven con mochila que acelera su paso al ver pasar a unas muchachas. Después me subo al coche. Recorro la Gran Vía como siempre, con los ojos aún presos en su nube de sueño mientras miro los ficus que me miran al girar el semáforo, los años tatuados en su tronco. La radio va gimiendo su salmo de noticias pasajeras. Ya a punto de salir de la ciudad presiento la cojera del clochard que mendiga entre coches cada día, el vaivén de su gorro dando saltos, su acento desdentado, y busco unas monedas para darle. El contacto es muy breve: muchas gra

Empezar IV

Cuando yo iba al instituto el curso empezaba casi en octubre. Entre bienvenidas, presentación de asignaturas y puentes, nos plantábamos prácticamente en noviembre: abrigados con bufandas y gorros, con botas y leotardos, enamorados ya del chico de la última fila o enemistados con el tonto de la clase de al lado. Casi todo el tiempo nos dedicábamos a contemplar el vuelo de las moscas mientras el mundo se detenía a nuestro alrededor. Hoy echo la vista atrás y contemplo ese paréntesis que fue mi vida, esas horas en blanco que fueron muchas veces mis años de educación secundaria, para intentar ver si saqué algún provecho, para contarles a mis alumnos nuevos qué fue lo que aprendí y qué es lo que me gustaría enseñarles este curso. No recuerdo muy bien las horas concretas pasadas entre aquellas paredes, tan sólo un conjunto de sucesos aislados y un edificio con puertas y árboles donde aprendí a socializarme, a enamorarme y a desenamorarme, a conseguir que la clase comprendiese la imp

Septiembre

Asiste al cielo ingrávido que troca su color encendido hacia la noche, contempla el orear de las agujas de los pinos y el aire, la veloz transición de cada nube: es septiembre otra vez y todo gira de nuevo sobre el centro de tu esfera. No cierres las ventanas. Abrígate y contempla cómo el verde se muda en fluorescencias amarillas, cómo encienden las cosas su cima en plenitud, como queriendo alcanzar en su altura los últimos retales de este día. Quédate en la terraza. Asume que este instante de carnal realidad en el que habitas  es obra de tu mano. Y deja que te empape, que te llene de vida con los últimos delirios de un sol que es sol de agosto todavía, de un agosto que brilla más si cabe  porque ya se termina. Extiende tu presente, amarillea tu cresta hacia la luz, tu deseo más alto, tu más cielo, hacia el último sol y reverbera.