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Leyendo a César Simón en la terraza

Pero este ardor del cuerpo
-de este cuerpo presente-
esta revelación de no ser nada
¿no nos revelan algo?
El silencio absoluto
¿no corresponde  a alguna suerte?

Abre de par en par
las puertas que conducen
a las hondas estancias resonantes.
Camina con la fiebre
de la conciencia clara,
con el paso tranquilo
que se interna hacia dentro.
Acaso una ventana
abierta en grueso muro
te depare un jardín
en el hondo silencio de la tarde.

C.S.

Como cada verano estás leyendo a César Simón en la terraza. El rumor de las cigarras ensordece el paisaje, envuelve la lectura en una irrealidad atemporal y cíclica. Es difícil distinguir unos días de otros, unos años de otros. Igual que las cigarras, sus versos forman parte de este tiempo, son parte del verano, pincel y diapasón de un mundo repetido: el jazmín huele más y hace más daño la flecha de su aroma en los largos mediodías de agosto. El jazmín y el verano y los versos de César y los cuartos vacíos y el sol en la pared, todo disuelto, fundido, indistinguible en este devenir, en esta sensación de plácida continuidad.
Pero hoy, sin embargo, al leer otra vez esos versos de siempre, al tratar de insertarte en el útero amable de su ciclo, has sentido algo nuevo y has cerrado el volumen, y te has dicho: cierra el libro, levántate y contempla lo que ocurre, no volverá a ocurrir, no volverá a ocurrir de esta manera. Has leído un poema y el mundo se ha alterado ante tus ojos. El cielo que ahora ves ya no es el mismo, el baile de las hojas de un olivo silvestre que azulea es distinto también y en la resina, un agudo destello se convierte en la viva metáfora del llanto silencioso que te invade. Sabes que no hay nada nuevo en esta reflexión, pero ahora, a la luz de esta imagen te parece tan limpia, tan radiante, como si acabara de ser pensada por primera vez.
Canta intenso el poniente mientras tanto: que ya no volverás a estar aquí, jamás en este instante fugitivo. Vendrán otros, quizás, quizás mejores, más frescos y más ebrios, más intensos. Pero este ya no habrá de repetirse.
Intentas demorarte en esa densidad. Y vuelves a esos versos: El verano es la cumbre de una ausencia



Comentarios

  1. Lo primero, aunque con tardanza, darte las gracias por la Mecánica del Prodigio y la dedicatoria firmada por ti ( me lo regaló tu madre en marzo, por mi cumpleaños). Un placer leerlo.
    Lo segundo decirte que me encanta tu blog, las citas, las fotos, tus palabras. Cuando lo leo siento paz y huele a calma, a campo y a tiempo, a jazmines y a luz.
    Saludos

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  2. Muchas gracias, Mariola. Me alegra mucho saber que algo de lo que veo y siento cuando lo escribo puede llegar a los ojos y a la piel de los que lo leen. Para eso lo hago. Saludos :)

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  3. Creo que lo he enviado 2 veces...sorry!
    No estoy muy puesta con los blogs y pensaba que no se había enviado...
    Gracias!

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