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En torno a la misma idea


VERANO

Mediodía

Transparentes los aires, transparentes
la hoz de la mañana,
los blancos montes tibios, los gestos de las olas,
todo ese mar, todo ese mar que cumple
su profunda tarea,
el mar ensimismado,
el mar, a esa hora de miel en que el instinto
zumba como una abeja somnolienta...
Sol, amor, azucenas dilatadas, marinas,
Ramas rubias sensibles y tiernas como cuerpos,
vastas arenas pálidas.

Transparentes los aires, transparentes
las voces, el silencio.
A orillas del amor, del mar, de la mañana,
en la arena caliente, temblante de blancura,
cada uno es un fruto madurando su muerte.

(Idea Vilariño- La suplicante)

Volver a un libro es regresar a un reino perdido, a una patria que tuvimos que abandonar a toda prisa, de madrugada, apenas alumbrados por las antorchas; es como entrar de nuevo a una casa que nunca se terminó de construir; como meter la mano en un cajón que fue nuestro pero ahora es de otro; o volver a una playa sabiendo que las piedras que miramos el verano pasado se han llenado de arena. Es casi un sacrilegio, una profanación. Porque las cosas que pensamos al entrar en sus páginas seguían ahí prendidas, esperándonos. Pensamientos breves enhebrados al aire de su aliento, al hueco de sus letras. Algo de lo que fuimos permanece encerrado en ese lugar. Volver a leer un libro es reencontrarse, reencuadrarse, renunciar.
Yo he vuelto en estos días a Idea Vilariño. Siempre vuelvo. Aunque sólo lo hago cuando un excedente de alegría ocupa mi presente. Su poesía cruda, reveladora, despojada de artificios y adjetivos es lo más parecido a un puñetazo o a una bofetada, palabras que nos tambalean, que logran perforar el mar helado de nuestro interior, por usar la metáfora kafkiana.
Una metáfora, en cualquier caso, bastante oportuna ahora, por acuática, porque hay algo de agua en la poesía de Idea Vilariño, de caudal, de abrir las compuertas y dejarse ir. Como si no tuviera miedo de decir lo que otros tendemos a callar. Como si abriera el grifo de la expresión más radical, del pensamiento más desnudo y más insomne y lo dejara caer por campos y por valles, ligera, alegremente.
Pero no hay alegría en sus poemas. Hay bostezos de angustia, interrogantes, serpientes disfrazadas de oleaje, silencios y amenazas, y algunas breves rosas tan suaves y cuajadas de espinas. Pero hay también allí tanta verdad y tanta precisión, tanta belleza, que es difícil no volver. Es extraño, bastante extraño. Que dé placer lo que duele, O ¿por qué, contra vos mismo,/ severamente inhumano,/entre lo amargo y lo dulce,/queréis elegir lo amargo? También lo advirtió Sor Juana: extraño, pero nada nuevo, es no elegir lo más sano. La poesía nos cura con veneno.


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