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Acompañar

“Yo voy acompañando al árbol siempre…
Siempre voy paralelo al desarrollo del árbol… “.
Antonio López. El sol del membrillo.



De todo el léxico didáctico que nos acompaña a final de curso, momento de buenos propósitos para el año entrante y demás pamplinas burocrático-administrativas, me quedo con una palabra: acompañar. No creo que haya que hacer mucho más en el ámbito de la educación obligatoria. Acompañar al alumno mientras él va aprendiendo, mientras está en clase, mientras toma el almuerzo, mientras se angustia porque la chica del pupitre de enfrente lo ha rechazado, mientras golpea con fuerza la pelota para demostrar que es más fuerte que los demás, mientras pregunta a sus compañeros sobre cómo debería afrontar determinado problema, mientras se pelea con su memoria al intentar recordar la estrofa de una canción o las leyes de la termodinámica. Estar ahí, que sepan que estamos: mientras escribe su primer soneto y cree que el lenguaje se ha inventado para que él pueda escribir ese soneto, cuando se cae del árbol al que se había subido por ver si desde allí conseguía que la amiga le hiciera un poco más de caso, cuando descubre que para caminar hay que empujar el suelo hacia detrás, cuando ve en la palabra explayarse un eco del mar lamiendo las orillas del tedio mientras su profesor explica interminablemente la Guerra de la Independencia. Acompañar, estar ahí, prestar atención: escuchar sus historias, hacerles preguntas y caminar con ellos un tramo del camino. Ser testigos y poner a su alcance todas las herramientas del conocimiento que podamos. Por más que queramos enseñar, no enseñamos nosotros, aprenden ellos.

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El yogur

Es mayo, treinta y uno. El sol sobre las cosas es aún el gesto despistado que una mano dibuja al despedirse.  Tú comes un yogur sentada junto a mí en el banco del parque. Yo miro alrededor y pienso en cómo hacer para parar ese ahora que pasa a toda prisa. Vivir con más conciencia cada paso. Sentir la intensidad de este momento. Tú comes el yogur muy lentamente, mojando la cuchara con la punta, ajena a todo aquello que yo pienso. Si seguimos así, el yogur durará hasta que se haga la hora de comer. Por un momento siento la tentación de darte prisa, de coger la cuchara y cargártela más. Qué tontos los adultos, cómo pasa delante de nosotros esa sabiduría que albergamos de niños. Vivir la eternidad consiste en eso: tardar más de una hora en comer un yogur.

París es una enorme metáfora

Viajar a París es, también, habitar el interior de un libro, transitar páginas que son calles, perseguir las huellas de los personajes, en mi caso de Horacio y de la Maga.”Huella y aura. La huella es el anuncio de una proximidad, por lejano que esté quien la dejó. El aura es el anuncio de una lejanía, por cerca que esté lo que la evoca. Mediante la huella, nos apropiamos de la cosa; mediante el aura, la cosa se apropia de nosotros”. La cita es de Walter Benjamin, de un librito con apuntes sobre la ciudad de París recientemente comprado en el Gu gg enheim de Bilbao y llevado de mi mano hasta el Louvre. Al fin y al cabo -aquí también- todo está lleno de puentes. Buscar correspondencias, que cada cosa remita a otra -un rostro a otro rostro, una frase a otra frase- es, en palabras de Benjamin, la verdadera esencia del flaneur . Y como tales nos dejamos llevar por las calles heladas y su fragor navideño. Escribe Proust: “Entonces, totalmente alejado de esas inquietudes liter
  “Quien educa tiene un jardinero en su interior porque siembra la semilla de la curiosidad para que sus alumnos florezcan por dentro” Santiago Beruete (Aprendívoros) Una de las mejores sensaciones que conozco es la de entrar a una clase por primera vez. Cruzar la puerta, encender la luz, situarse delante de la pizarra, y mirar todas esas caras nuevas que esperan a ver qué les cuentas. Durante unos segundos, el mundo se detiene en el vuelo de los dados que un dios desconocido lanza al aire. Hay un silencio expectante que espera una palabra, un gesto, una sonrisa, una mano tendida o un sonido que vuelva a poner el mundo en marcha. Es un silencio que no se volverá a repetir en todo el curso. No de la misma manera. Es el silencio compartido que dibuja en el aire un grupo de desconocidos que te mira desde sus pupitres mientras tú los miras a ellos. Sabes que vais a pasar mucho tiempo juntos, que en unos minutos el rumor de los pupitres se irá convirtiendo en algarabía. Sabes que vais a com