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Mostrando entradas de 2016

Mañanas luminosas de diciembre

Tras varios aguaceros, los días luminosos de diciembre amanecen más limpios, más brillantes: el aire recién lavado arrastra en su camino transparente olor a ropa limpia, a lentos desayunos junto a la estufa. Las calles están desiertas, congeladas, ni tristes ni alegres. Nada. Ni coches ni transeúntes. Pueden más el silencio y la quietud. Porque hay algo antiguo en los días festivos del mes de diciembre. Una mezcla de nostalgia y duración, de adiós y permanencia, una nítida conexión con el pasado que viene de la luz, de saber que esta luz estuvo siempre, de saber esta luz de una forma difusa y no verbalizable. Aunque a ratos lo intento: breves notas a mano en la libreta que siempre llevo encima (… estas luces de mayo: ¿desde cuándo? ...); esbozos de poema (¿ Hace el frío más nítidos los soles ?) o fragmentos de prosa inacabados: ¿Cómo no iba a intentar hacerla mía, evitar que se escape cada vez la blanca sensación que otorga a la mañana esta dureza arcaica, este sol que bendice? ¿C

De los géneros

“El primer paso para orientarse o para cambiar una situación consiste en comprenderla y, consecuentemente, el más esclavo de todos los hombres siempre es el que ni tan siquiera sabe que lo es”  Josep María Esquirol, El respeto o la mirada atenta Nunca fui partidaria de las cajas cerradas, de los límites férreos, de esa absurda costumbre de clasificar y diseccionar la realidad para poder estudiarla. Más bien amiga de lo abierto y lo mestizo, de lo inexplicable, de lo mágico: del mar, de las canciones, de las risas inesperadas y de los amigos que no tienen nombre. Ahora, con las redes sociales y la profusión de la corriente informativa constante, todo parece moverse en ese lado de las cosas: todo mezclado, confuso, libre en apariencia, sumergido en orgiástica y benéfica armonía. Las líneas que dividen, las fronteras, se han ido disolviendo. Las cosas que vivían cautivas en un bloque se han mudado a otro sitio y van y vienen. No habitan en su ca

Tres espacios vacíos

“…es la imaginación la que ha enseñado al hombre el sentido moral de los colores, de los contornos, del sonido y del perfume. Ha creado, al comienzo del mundo, la analogía y la metáfora. Descompone toda la creación y con los materiales amontonados y dispuestos según unas reglas de las que no se puede encontrar el origen más que en lo más profundo del alma, crea un mundo nuevo y produce la resurrección de lo nuevo”. Charles Baudelaire – Salón de 1859  E stamos frente al mar: acero y lino, una balsa de tiempo, gaviotas, cormoranes, erizos en el fondo, olor a fuel, a algas, y velas deshaciendo el horizonte. La playa en el invierno es siempre un lugar triste, un paisaje que alude a amores clandestinos, a viejos balnearios, a trágicas huidas, a gestos melancólicos, a valientes marinos fracasados. El vacío del mar es aún más vacío cuando falta el color, azul menos azul. Sin color y sin gente aumenta la sensación de estar dentro de una burbuja: lo móvil parece inmóvil. Siempre he p

Empezar III

Propuse a mis alumnos un comentario sobre esta sentencia de Santayana: “Los filósofos contemplan estrellas que se desplazan lentamente”. Uno de ellos entendió más que bien: “La filosofía –contestó- es una actividad inocente que busca explicarse las cosas con calma” Una actividad inocente. Qué fina o casual inteligencia. Antonio Cabrera, El Desapercibido En la calma del viernes, tras una intensa semana de retorno a las clases, consigo por fin dedicar la tarde a dos de las actividades, inocentes o no, que más aprecio: leer (en este caso el libro de prosas de mi amigo y colega Antonio Cabrera: El desapercibido , Pepitas de Calabaza) y escribir (actividad que también compartimos). Y digo por fin porque el resto de la semana me he visto inmersa en los laberintos burocráticos y organizativos de un principio de curso muy caluroso y repleto de trampas envenenadas como la que me ha tocado a mí: la Xarxa de Llibres, una buenísima idea de intercambio y reutilización de libros de texto c

La vida secreta de los objetos

     Hay un orden secreto que organiza las cosas, una disposición universal de cada objeto. Nos gusta pensar que somos nosotros quienes los hemos colocado en este o aquel sitio, pues eso nos afianza en nuestra ilusión de demiurgos, de escenógrafos de lo cotidiano. Pero la realidad -por lo menos esa forma de realidad que otorga la perspectiva del tiempo- nos enseña que son los objetos los que acaban eligiendo el espacio que quieren ocupar. Y lo siguen ocupando aunque nosotros nos obstinemos en cambiarlos de lugar.      Hay un clavo en la pared de mi casa donde falta un cuadro. No sé quién lo ha movido, ni cuánto tiempo hace, ni siquiera qué imagen contenía aquel lienzo. Pero brilla el vacío de tal forma, se hace tan presente la ausencia de aquel cuadro, que algunas veces pienso que todavía sigue allí.      Los objetos acaban ocupando el lugar que ellos quieren. Pero nosotros tratamos de llenar nuestro vacío  moviéndolos constantemente.      Esta tarde, sin ir más lejos, he deci

CINE DE VERANO

Hace ya muchos años que las hierbas han llenado de duelo la explanada donde antaño poníamos los coches. Muchos años quizás, quizás milenios. La pantalla es ahora anuncio de unos grandes almacenes y los muros del bar son sólo ruinas. Hace ya tanto tiempo, que hubo algún verano en que los niños, ya casi adolescentes, saltábamos la valla para ver cómo era por dentro, si había algún resquicio de la magia que encendió la tramoya de imágenes y música que tanto nos gustaba, o simplemente por hacer lo prohibido. Había allí pedazos de revistas  y posters de películas, y colchones y latas de refresco y algún preservativo. El sol se ha ido poniendo cada día tras la vieja pantalla, encendiendo la avena y los abrojos que asolan el solar. Fuimos felices en la doble sesión, comiendo pipas hasta ardernos los labios, acostándonos tarde, y felices después cuando buscábamos la sombra de sus muros derruidos para darnos un beso a salvo de miradas indiscretas. Ahora cuando paso por allí, aún p

El mar

¿Cómo pasan al poema las cosas que suceden? ¿Qué ocurre después de la poesía en el pino, en el huerto o en las rosas? Antonio Cabrera, Corteza de abedul     Ahora que ya marchan los vencejos y que unidos al giro de su grito se me vienen los versos que una vez escribiera; ahora que con ellos han volado los años que anunciaban al compás de su vuelo; ahora o quizás antes -porque todos los tiempos sucesivos se acaban confundiendo- comprendo que las cosas ya nunca son las mismas después de haber escrito sobre ellas.     Tampoco tras leerlas pues se inscribe en la cosa real su copia en carboncillo, su tachadura métrica, su velo de papel: d avant de la mar, un queda sempre amb un pam de nas. La mar és impintable, indescriptible, inaferrable, incomprensible i d’una indiferència total. Yo miro el mar a través de Pla. Lo miro cuando lo tengo delante y pienso en los adjetivos. Y también cuando no está. Lo miro cuando no está: pero los adjetivos siguen.     ¿Cómo recuper

Chejov en Denia

El arte de escribir es el arte de observar. Hacer que lo que miras valga por veinte y que tu mirada convierta en novedad las cosas. Gran parte de la literatura del siglo XX, y en eso Chéjov es un adelantado, es contar qué pasa cuando no pasa nada, qué pasa en nuestra vida, qué pasa una anodina tarde de domingo. Se pueden inventar muchas cosas, pero contar lo más inmediato es un reto. Chéjov decía que hay que hacer poderosas las palabras humildes e interesante a la gente vulgar Luis Landero, entrevista en Babelia, El País (2007)      Leo nieves y estepas, deshielos en abril, escarcha y hojas secas en lejanas ciudades de nombres imposibles. Campesinos morados, ateridos, trabajando en la siega. Mujeres abrigadas con capa y con manguitos que anhelan mariposas y veranos. Leo taigas y lluvias, cazadoras de piel y bufandas de lana. La noche prematura, el vapor del samovar, el frío sin esquinas van llenando despacio mi imaginación.      Un mujik de Dubechnia enciende la chimenea d

En torno a la misma idea

VERANO Mediodía Transparentes los aires, transparentes la hoz de la mañana, los blancos montes tibios, los gestos de las olas, todo ese mar, todo ese mar que cumple su profunda tarea, el mar ensimismado, el mar, a esa hora de miel en que el instinto zumba como una abeja somnolienta... Sol, amor, azucenas dilatadas, marinas, Ramas rubias sensibles y tiernas como cuerpos, vastas arenas pálidas. Transparentes los aires, transparentes las voces, el silencio. A orillas del amor, del mar, de la mañana, en la arena caliente, temblante de blancura, cada uno es un fruto madurando su muerte. (Idea Vilariño- La suplicante) Volver a un libro es regresar a un reino perdido, a una patria que tuvimos que abandonar a toda prisa, de madrugada, apenas alumbrados por las antorchas; es como entrar de nuevo a una casa que nunca se terminó de construir; como meter la mano en un cajón que fue nuestro pero ahora es de otro; o volver a una playa sabiendo qu

Acompañar

“Yo voy acompañando al árbol siempre… Siempre voy paralelo al desarrollo del árbol… “. Antonio López. El sol del membrillo. De todo el léxico didáctico que nos acompaña a final de curso, momento de buenos propósitos para el año entrante y demás pamplinas burocrático-administrativas, me quedo con una palabra: acompañar. No creo que haya que hacer mucho más en el ámbito de la educación obligatoria. Acompañar al alumno mientras él va aprendiendo, mientras está en clase, mientras toma el almuerzo, mientras se angustia porque la chica del pupitre de enfrente lo ha rechazado, mientras golpea con fuerza la pelota para demostrar que es más fuerte que los demás, mientras pregunta a sus compañeros sobre cómo debería afrontar determinado problema, mientras se pelea con su memoria al intentar recordar la estrofa de una canción o las leyes de la termodinámica. Estar ahí, que sepan que estamos: mientras escribe su primer soneto y cree que el lenguaje se ha inventado

Elogio del aburrimiento

Acostumbrados como estamos a deslizar el dedo por la pantalla del móvil mientras las imágenes y las frases ingeniosas llenan nuestro presente con su cháchara fácil y banal, metidos en la balumba de citas y programas y obligaciones múltiples (parrillas televisivas, clases de spinning, depilación láser…) apenas somos capaces de pararnos y contemplar, de advertir que lo que ocurre a nuestro lado es único e irrepetible. O peor aún, que eso maravilloso e irrepetible que pasa a nuestro lado deja de serlo en cuanto somos incapaces de prestarle atención. Que se nos pasa la vida enganchados constantemente a una infinidad de quehaceres inútiles. Que si lo piensas bien, hasta dan ganas de llorar. Es como si todo el tiempo tuviéramos que estar entretenidos y ocupados. Como si esas horas de silencio y lectura o conversación, de estar sentados frente a un árbol, de sentir que el tiempo pasa despacio o que la lluvia moja ligeramente los campos resecos son una pérdida de tiempo. Porque no dan